jueves, 31 de mayo de 2018

La importancia de los límites en la educación de nuestros hijos

Hoy vuelvo a incidir en el tema de la educación, pero en esta ocasión me voy a centrar en una cuestión compleja como son los límites. ¿Son necesarios? ¿Es mejor que se responsabilicen y aprendan de su experiencia?. 
Considero muy importante conocer, aunque sea mínimamente, como es el desarrollo normal de un niño, pero sin que ello represente una norma, ya que como sabéis, cada niño tiene su ritmo y en edades tempranas es normal que haya cierta variabilidad.
Pero tener estos conocimientos básicos sobre su desarrollo nos ayudará a entender que ciertos comportamientos no sólo son normales sino que son necesarios, por ejemplo las rabietas. Saber esto ya representa que cambiamos nuestra manera de vivirlo y por tanto, nos ayudará a gestionarlo mejor.
La importancia de los límites.
 Hoy en día existe una tendencia hacia una crianza respetuosa con el niño, con la que estoy de acuerdo en muchos aspectos, pero el tema de la necesidad de los límites para mí es incuestionable. El ser humano es el único animal que nace cuando todavía su cerebro no se ha desarrollado. Y gran parte de este desarrollo tiene lugar fuera del vientre materno. Esto implica que nos encontramos con un ser indefenso que necesita de cuidados hasta que poco a poco puede valerse por sí mismo. En un primer momento los niños no saben lo que es bueno o malo ni lo que puede ser peligroso. El papel de los límites, más allá de la cuestión meramente social (aprender las normas sociales), tiene un papel que para mí es aún más importante, les da seguridad y les ayuda a gestionar los "no" que probablemente se encontrarán en el camino. Los niños que crecen sin que se les marquen ciertos límites suelen ser niños inseguros, ya que no tienen claro lo que pueden y lo que no pueden hacer y no tendrán unos valores de referencia sobre los que crear sus propios valores. Esta cuestión es importante ya que se podría traducir en más dificultades para relacionarse y para gestionar sus emociones. Por lo tanto, podríamos decir que tan importante es que les vayamos dando la autonomía que por edad y etapa en que se encuentran, pueden asumir como el hecho de poner ciertos límites que marquen lo que pueden y no pueden hacer.
A pesar de la importancia de los límites estos se pondrán de manera adecuada, siempre con respeto y dejando espacio al niño para que se pueda expresar. Frases del tipo "esto se hace así porque aquí mando yo" son del todo inapropiadas y más que autoridad lo que este padre o madre está transmitiendo es autoritarismo.
Imaginemos que los límites son como dos líneas paralelas que pueden estar más o menos separadas. Esta separación vendrá determinada por cómo sea el niño y cómo sean los padres. Hay niños que necesitan unos límites más marcados y otros que muestran un nivel de madurez que permite que nos podamos mover en unos límites más amplios.
Y, ¿qué pasaría si los límites son muy estrictos?
Imaginemos el caso extremo en que en lugar de tener dos líneas entre las que el niño se puede mover, tenemos una única línea. Sería el caso de los niños que no tienen ningún margen de decisión. Sólo tienen que hacer lo que les dicen los padres. En este caso, es probable que crezcan también con cierta inseguridad porque lo único que han tenido que hacer es obedecer. La rigidez en los límites también genera inseguridad y también puede generar rabia, ya que el niño no se encuentra nunca validado como ser independiente. Recordemos que tan importante son los límites como el hecho de darles cierta autonomía a medida que la puedan asumir. Además, un niño que está acostumbrado a obedecer sin tener nunca un criterio propio puede también presentar dificultar en su relación con los demás: puede presentar baja autoestima, baja asertividad, etc.
Las llamadas conductas disruptivas tienen su razón de ser, la mayoría de las veces, en una deficiente gestión de los límites. Situaciones del tipo “eso no lo hagas o te tiro el juguete a la basura”, es decir, pretender poner límites en base a amenazas que luego encima ni siquiera se cumplen, no es una buena estrategia.
Es preferible siempre que sea posible que haya cierta negociación y que en lugar de amenazas con castigos (o utilizar premios) se utilicen las consecuencias. Al utilizar las consecuencias (que pueden ser negativas o positivas) estamos poniendo el émfasis en la acción que hace el niño de manera que lo importante no es algo externo que voy a conseguir si hago la acción. Lo importante será que esa acción me lleva a una consecuencia. Por ejemplo, quedamos con nuestro hijo en que recogerá la ropa después del baño y la pondrá en el lugar de la colada. Una vez lo ha hecho lo felicitamos y al acabar antes de recoger la mama tiene tiempo de estar un ratito con él leyéndole un cuento. Así, la idea es que ayudar a la mama a recoger tiene como consecuencia que la mami tiene más tiempo para hacer otras cosas como por ejemplo leerle tranquilamente un cuento.
Cuando queremos reconducir una conducta disruptiva poniendo nuevos límites tenemos que tener en cuenta que en un primer momento la conducta va a augmentar o bien en frecuencia o en intensidad. El niño sabe que hasta ahora los límites no eran reales así que reacciona como siempre pero ve que no consigue su objetivo, así que aumenta la intensidad de la acción para ver si de esta manera logra su objetivo. En este punto es importante que los padres perseveren ya que después de un tiempo en que es probable que se mantenga la conducta (tira y afloja para ver quién gana) finalmente el niño entiende que ya no será como antes y baja la conducta hasta que ésta se extingue, que es nuestro objetivo. Por ejemplo, un niño que grita para conseguir lo que quiere. Siempre que grita se lo damos para que calle. Llega un momento en que le explicamos que no le daremos nada si nos lo pide gritando (establecemos nuevos límites). Entonces en un primer momento el niño gritará con más intensidad. Si perseveramos el niño entenderá que aquella conducta, ya no le resulta útil y dejará de hacerla al ver que no obtiene los resultados buscados. Cuando empezamos a poner límites y corregir ciertas conductas tenemos que empezar por las menos disruptivas (tenemos que empezar con lo más fácil). ¿Por qué? Pues porque conseguir cambiarlas será más sencillo y nos servirá como reforzador para cambiar el resto de conductas. El niño se animará al ver que ha sido validado y elogiado por los padres por el cambio y esto favorecerá nuevos cambios.
Si hay un tema importante es la educación de nuestros hijos. Vale la pena pararse a pensar que tipo de educación queremos darle y llevarla a cabo de manera coherente. 

Un abrazo, 

Mª Jesús Soriano
Madre y Psicóloga


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más visitadas