viernes, 22 de junio de 2018

El trastorno disfórico premenstrual: un sufrimiento ignorado o malinterpretado




El trastorno disfórico premenstrual (en adelante, TDPM) es una categoría diagnóstica que aparece en el DSM-5 (Manual estadístico y diagnóstico de los trastornos mentales) incluido en el epígrafe de trastornos depresivos y que tiene una prevalencia de entre un 3 y 8 % de la población femenina en edad fértil. Sus principales manifestaciones son emocionales, cognitivas y físicas. A nivel emocional la mujer experimenta en la fase lutea (la que viene despues de la ovulación y dura hasta la menstruación) sensaciones de ansiedad y depresión acompañados de gran irritabilidad que interfieren de manera importante en su día a día. También pueden aparecer sentimentos de inutilidad, de que la vida no merece la pena e incluso pensamientos de muerte o ideas suicidas que pueden en algun caso materializarse.
A nivel cognitivo la mujer suele referir dificultades para concentrarse y de atención, disminución de la memoria de trabajo (a corto plazo) y pensamientos automáticos que inundan de negatividad su día a día. 
A nivel físico podemos encontrar dolor a nivel muscular y articular, molestias importantes en las mamas, vientre, etc. También es muy típico el insomnio o la hipersomnia. 
Existe mucha varibailidad entre una mujer y otra lo que dificulta el consenso sobre lo que forma parte del TDPM y lo que no.  
Mi objetivo es dar a conocer el sufrimiento de muchas mujeres que está vinculado con su ciclo menstrual. No suelo utilizar etiquetas diagnósticas, ya que no me parecen útiles, y en algunos casos, como explicaré después, puede ser incluso perjudicial, pero en este caso creo que es necesario para un primer momento para que la persona pueda desculpabilizarse al ver que hay una explicación para su manera de sentir y actuar. Pero no hay que quedarse en la etiqueta y hay que poner en duda que se trate de algo crónico, incurable, etc. ya que es un tema que aún se conoce muy poco y dar esta imagen no empodera a la mujer para que pueda superar este sufrimiento que la acompaña cada mes. 


Me gustaría también comentar la manera en que se está abordando actualmente el tema y las alternativas que tenemos para dar respuesta a este sufrimiento. 
La presencia de sintomatología vinculada al ciclo menstrual es considerada a nivel cultural, relativamente normal, ya que aproximadamente el 90% de las mujeres en edad fértil expresan haber sentido algún tipo de malestar ya sea físico, cognitivo o emocional. De hecho, es curioso porque me he encontrado mujeres que no sienten ningún síntoma y lo han atribuído a que no están conectadas con su cuerpo. Aquí podemos ver como nos influencia lo que se considera normal a nivel cultural. 
Podemos observar como existe la tendencia en relación a los malestares femeninos a ignorarlos o bien transformarlos en trastornos proponiendo tratamientos que en la mayoría de los casos responden más a los intereses de la industria farmacéutica que a las necesidades de las afectadas. 

La industria farmacéutica pone en práctica importantes estrategias de marketing y financia estudios que permiten justificar el uso de tales medicamentos. Esta tendencia explicaría como en poco más de 60 años se han duplicado los trastornos mentales recogidos en el DSM desde su primera edición (de poco más de 100 se ha pasado a más de 200 trastornos mentales). ¿Es posible que los trastornos mentales hayan ido en aumento a este ritmo tan vertiginoso? Quizás la respuesta la encontramos en esta tendencia a patologizar los malestares y así transformar personas normales con dificultades, en personas enfermas que requieren medicación. No sólo ocurre con el TDPM, hay nuevos diagnósticos en el DSM-5 que, sin contar con un soporte sólido a nivel empírico, han sido incluidos y pueden provocar la medicalización excesiva de las personas. Un ejemplo es que se ha considerado que el duelo no es una excepción para considerar que una persona tiene un trastorno depresivo. ¿Os imagináis lo que esto implica? Pues que una persona que está deprimida porque ha perdido a un ser querido (cosa totalmente normal) puede ser medicada con antidepresivos al considerarse que se trata de un trastorno depresivo mayor. ¿Tiene algún sentido? Pues sólo desde la perspectiva de los intereses de las farmacéuticas ya que cada vez es mayor la población que es susceptible de ser medicada.



A parte del efecto inmediato de sobremedicalizar la población con el coste que implica para la sanidad pública, también se corre el riesgo de etiquetar sobre la base del diagnóstico del DSM, lo que tiene importantes consecuencias negativas para las personas como ya os avanzaba al inicio. Por un lado, se está poniendo a la persona en una situación de vulnerabilidad, ya que puede ser víctima del estigma que aún recae sobre los trastornos mentales. Además, pensar que sufres un trastorno mental puede provocar que la persona pierda toda sensación de responsabilidad respecto a lo que le está pasando. El DSM se basa en un modelo médico-psiquiátrico que busca la causa de los malestares en una disfunción biológica lo que justifica que este malestar se pueda considerar un trastorno y, por tanto,se prescriben determinados tipos de tratamientos que tienen como objetivo devolver la " normalidad "al organismo que no funciona de manera" normal ". La mayoría de los estudios están directa o indirectamente financiados por la industria farmacéutica y, por tanto, ponen énfasis en lo que realmente buscan, dejando de lado información muy valiosa como la narrativa de las mujeres que están sufriendo este malestar y podrían dar pistas sobre este proceso multicausal. Según el modelo médico-psiquiátrico el tratamiento de elección parece estar claro: medicación. Se suele utilizar fluoxetina (entre otros) que es un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina para regular los niveles de este neurotransmisor. Y también se utilizan tratamientos hormonales como los anticonceptivos. Sea como fuere la existencia de malestares premenstruales que a veces pueden revestir gravedad, es innegable, pero nos planteamos una pregunta, ¿por qué en el siglo XXI se considera un trastorno? ¿Por qué si no se conoce la causa del malestar se pone de nuevo el foco en el cuerpo de la mujer? ¿Quién se beneficia de esta nueva concepción de enfermedad? Quién sale más perjudicado? Sin duda las más perjudicadas son las mujeres en general y su lucha por la igualdad. También salen perjudicadas las mismas afectadas porque patologizando su malestar tampoco se le está dando respuesta a su sufrimiento, ya que están pasando de puntillas por las verdaderas causas. Es muy importante observar que una vez que ponemos el foco en el cuerpo de la mujer,lo sacamos de las circunstancias contextuales que pueden tener un papel decisivo en el malestar de la mujer por la opresión sostenida a la que se ve sometida de manera silenciosa, pero muy efectiva.
¿Qué se podría hacer para aliviar su sufrimiento? Hay que abandonar el modelo médico o biológico que no está dando respuesta a las necesidades ni de las mujeres, ni de la población en general y substituirlo por un modelo biopsicolosocial que tenga en cuenta el contexto y no solo las causas fisiológicas. 

También es importante acabar con la imagen preconcebida del cuerpo de la mujer y de lo que representa el ciclo menstrual. Se deben analizar los comportamientos, sensaciones o pensamientos de estas mujeres en el contexto en que aparecen y examinar su posible utilidad adaptativa en este contexto. No se puede calificar de patológico lo que puede tener un significado estratégico, ya que, si ignoramos este posible significado, estamos negando la posibilidad de ayudar realmente a la persona que lo está sufriendo. 


Necesitamos saber qué significan para la mujer sus experiencias premenstruales y ver la concepción que alberga de su ciclo menstrual, de la feminidad y cómo se conjuga todo ello con su identidad de género. Tenemos que trabajar a partir de sus propias experiencias y construcciones de la realidad y paralelamente transformar el ideario que sigue manteniendo a muchas mujeres encadenadas con unas cadenas invisibles que son las más difíciles de romper. Sólo desde su subjetividad podremos encontrar soluciones, tomandolas en cuenta como un ser activo que interpreta y da sentido a todo lo que sucede en su vida. Seamos conscientes de que el reconocimiento del TDPM surge en un contexto histórico y social determinado y seamos más críticas con lo que la comunidad científica, muchas veces a través de los medios de comunicación, nos ofrece. Tengamos en cuenta la relación existente entre la forma en que ven el cuerpo de la mujer y las relaciones de poder que predominan en nuestra sociedad.


Es importante también resaltar la parte positiva del ciclo menstrual, su significado, la mayor creatividad a la que se puede asociar, etc. Y ver este sufrimiento (bautizado como TDPM) como una oportunidad única de introspección y de análisis de nuestra vida que nos permite un mayor conocimiento de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y de nuestras necesidades (muchas veces olvidadas). Nos permite ser conscientes de la autoexigencia que nos imponemos y, sobre todo, de la que nos impone la sociedad. Podemos reflexionar sobre hasta qué punto es justo y está a nuestro alcance, todo lo que se nos atribuye por haber nacido con unos genitales en lugar de con otros. Y valorar si los roles asociados a la identidad de género nos están suponiendo una carga excesiva, imposible de llevar.


Mientras se avanza en esta linia tenemos que dar voz a este sufrimiento para que cada vez más profesionales sean conscientes de su existencia, ya que actualmente la mayoría de ginecólogos y de psicólogos no saben de qué se trata. Incluso es un tema que a nivel de atención primaria no es conocido, por lo que la mujer suele salir de la consulta con unos antidepresivos y sin la sensación de haber sido entendida. 


Queda mucho camino por recorrer sobre esta cuestión pero mi lucha será conseguir que no se sobremedicalice a la mujer y que se investiguen otro tipos de causas de este sufrimiento para que realmente podamos aportar soluciones efectivas y sin efectos secundarios. 


Si tenéis dudas sobre si estáis en esta situación no dudeís en consultarme. 


Un abrazo, 



Mª Jesús Soriano

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