¿Qué entendemos por
estrés?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el estrés en
sí mismo no es negativo, sino que es una respuesta normal del organismo ante
una situación que percibe que puede superar su capacidad o sus recursos. Cuando
se mantiene en el tiempo o cuando adquiere una intensidad que supera a la
persona es cuando hablamos del estrés “negativo” y éste sí que puede ser
perjudicial para la salud. Para diferenciarlo, se acostumbra a hacer referencia
a este último como distrés.
Por la definición utilizada se desprende que el origen
del estrés (o la causa) es externo (una situación o experiencia desencadena las
manifestaciones típicas del estrés que después veremos con más detalle) aunque
actualmente se apuesta más por una concepción más psicológica del estrés en que
la manera de interpretar las situaciones y los recursos de que dispone la persona
para hacerle frente, serían las variables que determinan la aparición del
estrés.
Se ha hablado tanto de estrés y de sus consecuencias
negativas para la salud que se ha obviado esa función positiva o adaptativa que
puede tener el estrés en nuestra vida. Nos activa en determinadas situaciones,
nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros, etc. Su función es activarnos para
responder de manera adecuada a una situación que requiere poner en marcha
nuevos recursos. Si no sintiéramos ese estrés posiblemente no estaríamos en
condiciones de responder adecuadamente o de afrontar con éxito determinadas
situaciones. Como dice la neurocientífica Sonia Lupien, “sin nada de estrés
estaríamos muertos”. Por lo tanto, es importante que sepamos que el objetivo no
es eliminar el estrés sino aprender a gestionarlo para que resulte funcional.
El estrés se manifiesta a diferentes niveles. A nivel
fisiológico encontramos un aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria
para oxigenar las células y que éstas tengan más energía para hacer frente a la
situación percibida como amenazante, aumento de la sudoración, de la tensión
arterial, etc.
A nivel psicológico podemos tener manifestaciones emocionales bajo estado de ánimo, impaciencia,
frustración, rabia, etc. La persona también puede presentar manifestaciones somáticas como un
cansancio excesivo, dolores de cabeza, dificultad para dormir, etc. Los
procesos cognitivos también pueden verse alterados y se manifiestan con falta
de memoria, sensación de que los pensamientos van muy rápidos, confusión
mental, etc. Todas estas manifestaciones acaban teniendo un impacto en la
conducta (manifestaciones conductuales)
y la persona puede mostrarse inquieta, presentar trastornos de la alimentación,
etc.
Moduladores del
estrés
Entendemos por moduladores del estrés a aquellos factores
tantos personales como situacionales que pueden modificar el impacto del estrés
en el bienestar de la persona.
Factores psicológicos personales
-
Autoeficacia
percibida: se refiere a la
percepción que tiene la persona sobre su capacidad para conseguir aquello que
se propone, es decir, estamos haciendo referencia a los recursos que la persona
cree que tiene.
-
Expectativas de
resultados: se refiere a las
creencias que tiene una persona de que una conducta concreta va a permitir
conseguir un determinado resultado. Está relacionado con el punto anterior,
pero en este caso estamos incluyendo cierta incertidumbre. La incertidumbre
está relacionada con una mayor percepción de amenaza. El caso contrario, saber
que una determinada conducta va a llevar a unos determinados resultados nos da
seguridad y, por lo tanto, percibiremos las situaciones de manera menos
estresante.
-
Rasgos de
personalidad: determinados
rasgos de personalidad pueden ayudar a las personas a percibir de manera menos
amenazante una determinada situación. Por ejemplo, si una persona tiene una
tendencia pesimista percibirá de manera
más negativa una situación y por lo tanto a sentir más estrés. En cambio, una
persona optimista puede ver la misma situación como un reto y una oportunidad
de aprendizaje y, por lo tanto, lo vivirá con menos estrés.
Factores situacionales
-
Red social de apoyo: las personas que cuentan con una amplia red de contactos
(familiares, amigos, etc.) que suponen un apoyo en situaciones potencialmente
estresantes, suelen vivirlo de manera menos estresante o el estrés dura menos.
-
Cultura y valores
morales socialmente aceptados: determinadas
situaciones tienen una connotación negativa debido a estereotipos que se han
fraguado culturalmente. Por ejemplo, el cáncer tiene una connotación muy
negativa y se acostumbra a relacionar directamente con la muerte a pesar de que
según algunos estudios, más de la mitad de las personas con cáncer se curan (De
Benito, 30 de enero 2018). A pesar de estos datos, la manera de entender la
enfermedad hace que sólo pensar en esa posibilidad ya nos produzca bastante
estrés. Otra cuestión cultural sería el ritmo de vida que nos empuja a vivir
sin ser conscientes muchas veces de nuestras propias necesidades por falta de
tiempo.
Consecuencias del
estrés
Una de las consecuencias del estrés más estudiada es la
que está relacionada con la salud de la persona ya que puede tener un impacto
importante en la salud tanto física como mental.
En un primer momento las consecuencias pueden ser leves.
Es como si el cuerpo nos estuviera avisando de que algo no está bien y de
alguna manera nos pide que revirtamos la situación. Algunos efectos leves del
estrés podrían ser pérdida de memoria, dificultades para concentrarse y para
tomar decisiones, pérdida o aumento del hambre, cansancio, malestares
menstruales, etc.
Por este motivo en muchas patologías se considera un
factor de riesgo el hecho de estar expuesto de manera continuada al estrés, por
ejemplo las enfermedades cardiovasculares, las infecciosas, las autoinmunes
como artritis reumatoide, la diabetes, etc.
A nivel psicológico el estrés se relaciona con un estado
de ánimo negativo y con algunos trastornos como los trastornos de ansiedad y
depresión.
¿Qué se puede hacer
para gestionar mejor este estrés?
Teniendo en cuenta que existen moduladores del estrés una primera opción es actuar sobre estos
moduladores para que la persona pueda percibir las situaciones como menos
estresantes o el estrés pueda durar menos. En este sentido la terapia psicológica nos puede ayudar a
aprender a gestionar el estrés ayudándonos a tomar consciencia de nuestro
cuerpo, aprendiendo estrategias de afrontamiento y de regulación emocional.
Practicar de manera habitual Mindfulness es un factor de protección del estrés y una buena
estrategia para aprender a gestionarlo.
Si tienes dudas ya sabes donde encontrarme. ¡Feliz día!
De
Benito, E. (30 de enero de 2018). El 53% de las personas con cáncer en España
se curan. El País. Recuperado de https://elpais.com/politica/2018/01/29/actualidad/1517229753_900228.html